01 de Abril de 2020. 5:51 pm.
Sábado 1 de abril de 1978: día de futbol en la ciudad. Los Rayados de Monterrey, dirigidos por el chileno Fernando Riera, recibían esa tarde a los entonces Cremas del América en partido de la jornada 33 de la temporada 1977-78.
La Afición Rayada se volcó sobre la taquilla y el Estadio Universitario, casa en ese entonces de los Rayados, presentó una asistencia estimada de más de 50 mil aficionados. Cabe recordar que antes el aforo en los estadios era mayor, ya que no existían asientos individuales.
Ante la imposibilidad de utilizar a Milton Carlos por lesión, Riera utilizó la siguiente alineación: Sergio Bratti; Magdaleno Cano, Nelson Sanhueza, Leonardo Álvarez y Basilio Salazar; José Sánchez, Francisco Solís, Eduardo Cisneros; Eduardo Moses, Miguel Ángel “Kamamoto” Jiménez y Rubén Romeo Corbo. El partido terminó empatado a un gol. Corbo anotó el gol rayado al minuto 62 por la vía penal.
Quiso el destino que ese mismo día, pintado de azul y blanco, naciera un futuro estrella de los Rayados en Monterrey: Antonio De Nigris Guajardo.
El joven De Nigris, quien de niño y adolescente destacó a nivel amateur en otros deportes como el tennis, fue llevado por Francisco Avilán al Saltillo, equipo filial de los Rayados a finales de los años noventa.
Su altura, fortaleza física y carácter le permitieron ganarse un sitio en el equipo.
Posteriormente, estas características le valieron para que Benito Floro, entrenador de los Rayados, pusiera el ojo en él.
La dificultad que representaba detener a De Nigris para los defensores del Primer Equipo durante los entrenamientos, convenció a Floro de darle una oportunidad.
El domingo 6 de febrero de 2000, en la cancha de Morelia, Antonio De Nigris ingresó de cambio al minuto 73 en lugar de Chuy Gómez, con lo cual debutó de manera oficial con la playera del Monterrey.
En ese momento era prácticamente un desconocido. Monterrey perdía por goleada por lo que poca gente prestó atención a su debut.
Pasaron las jornadas y De Nigris acumuló apenas algunos minutos más en los dos partidos siguientes contra Pumas y Puebla.
El torneo terminó. Los Rayados lograron su meta de evadir el tema porcentual que arrastraba desde finales de los años noventa.
Llegó el verano y, en el receso, la prensa deportiva especuló durante semanas sobre quién sería el nuevo centro delantero del equipo.
El técnico Benito Floro le dio la oportunidad a Antonio De Nigris, quien no lo defraudó.
Las miradas apuntaban a un jugador extranjero. Benito Floro y su cuerpo técnico decidieron que el joven De Nigris se había ganado una oportunidad. La apuesta apareció arriesgada, sin embargo, Antonio supo responder rápido al entrenador.
En la jornada 2 del torneo Invierno 2000, Antonio De Nigris anotó su primer gol oficial como Rayado, en el empate a uno ante León en el Estadio Tecnológico.
En ese partido, que estuvo precedido por el desfile de antiguas figuras del equipo de los años sesenta, setenta y ochenta, inició el romance con el gol del delantero regiomontano.
Quince días después, el Monterrey recibió al Puebla y ahí De Nigris se despachó con un doblete para colaborar en el triunfo de 3-1 sobre el equipo de la franja.
La prensa local no dejaba de hablar del joven revelación. Su consagración a nivel nacional llegaría una semana después.
El domingo 27 de agosto de 2000, los Rayados vencieron al América por 2-1 en el Estadio Azteca, con lo cual rompieron una racha de no poder vencer al cuadro capitalino que arrastraban desde el torneo 1989-90.
El joven sensación, De Nigris, fue el artífice de la victoria al anotar los dos goles rayados.
A partir de ese momento, el mayor de los hermanos De Nigris acaparó las portadas de la prensa deportiva a nivel nacional y se convirtió en el jugador del momento en nuestro país.
Su meteórico ascenso, sus cualidades físicas y futbolísticas, y el hecho de haberse dado a conocer a nivel nacional anotándole al América en su casa para darle el triunfo al Monterrey, recordó el surgimiento de Alfredo “Alacrán” Jiménez, quien, a inicios de 1971, tuvo un inicio muy similar.
Antonio De Nigris terminó el torneo con once goles. Además de su capacidad goleadora, De Nigris se ganó de inmediato el cariño y la admiración de la Afición Rayada.
Hacía tiempo que no surgía un ídolo local entre la afición albiazul. Para el siguiente torneo, el camiseta número 9 demostró que sus once goles no fueron de casualidad. Anotó diez goles más y fue llevado a la selección mexicana.
Con el equipo tricolor, tuvo un debut de ensueño al marcarle a Brasil un gol espectacular el 7 de marzo de 2001 en el Estadio Jalisco.
Antonio de Nigris festeja un gol. Al fondo, se encuentra Jesús Arellano.
Sus goles con Rayados fueron fundamentales para que nuestro equipo terminara en tercer lugar general y regresara a disputar una liguilla, algo que no hacía desde el torneo Invierno 96, cuando el equipo calificó al repechaje.
Junto a Jesús Arellano, Antonio De Nigris era el jugador más emblemático del equipo a inicios del milenio.
De Nigris permaneció con los Rayados hasta el Apertura 2002. Previo al arranque del Clausura 2003, Antonio De Nigris se fue al América y días después emigró al futbol español para enrolarse con el Villarreal de España, equipo que dirigía Benito Floro.
Así inició su peregrinar por el futbol mundial, que abarcó países como Colombia, Brasil, Turquía y Grecia.
En enero de 2006, tuvo una breve actividad nuevamente con los Rayados al participar en el Interliga para después continuar su actividad en el extranjero. En total, anotó 37 goles oficiales con el Monterrey.
En el torneo Clausura 2009, su hermano Aldo De Nigris fue fichado por los Rayados.
La ilusión de verlos jugar juntos en el equipo de sus amores se esfumó el 15 de noviembre de 2009 cuando el mundo deportivo se estremeció con la noticia del repentino fallecimiento de Antonio De Nigris.
La noticia caló hondo en el corazón de los Rayados, pero más profundamente en el de su hermano Aldo, quien, inspirado y fortalecido, tuvo una Liguilla de ensueño y logró con el Monterrey el título de Liga.
Antonio De Nigris fue un jugador con carácter, de esos que nunca se rendían; implacable en el juego aéreo, carismático y un corazón pintado de azul y blanco al cien por ciento.
Hoy los recordamos con cariño y admiración En la Vida y En la Cancha.
Alberto Barrera-Enderle